Es tiempo de posar la mirada sobre las ferias septembrinas de Valladolid y Albacete, que hace uno días conocían su disposición. No serán, desde luego, las últimas de este mes, aún restan por anunciarse ciclos de tanta enjundia como Salamanca, así como las siempre esperadas novilladas de Villaseca de la Sagra, que sin duda merecerán su propio espacio. Y queda, cómo no, la gran incógnita de Bilbao. Una feria que aparece cada vez más tarde y que, con pesar, es cada año más desatendida. Cuando finalmente se den a conocer sus carteles, tendrán aquí su análisis justo, como corresponde a una plaza de semejante jerarquía.
Comienzo por Valladolid. La Feria de la Virgen de San Lorenzo se presenta con el perfil inequívoco de una feria que pudo haber sido extraordinaria, pero que se queda, sin embargo, en un producto tibio, de brillo discontinuo. Bastaban apenas unas pinceladas distintas para que el cuadro alcanzara verdadera categoría.
El primer reproche es claro y debe hacerse sin rodeos, la ausencia de Mario Navas en su tierra es una afrenta. Injustificable. Un desdén que retrata, con nitidez, el ensimismamiento del actual entramado taurino, cada vez más impermeable al mérito, más sordo a la sensibilidad del aficionado. El oligopolio se mira al espejo y no al ruedo.
El ciclo se abre con un mano a mano entre Talavante y Emilio de Justo, ante toros de Victoriano del Río. Un cartel deslavazado, de lógica totalmente endeble. ¿De veras no había lugar para Mario Navas en ese cartel? ¿No habría ganado entidad la combinación apostando por otras sensibilidades, como Juan Ortega o Pablo Aguado? La respuesta, evidente, flota sola en el aire.
El día 12 llega el cartel de postín, Garcigrande para Morante, Roca Rey y Marco Pérez. Un cartel de figuras, sin duda. Pero incluso aquí emerge el interrogante, ¿es coherente que Marco Pérez acceda ya a los altares de las ferias mientras Borja Jiménez, triunfador rotundo en plazas clave, continúa al margen? Las jerarquías en el toreo han de sostenerse sobre la verdad del ruedo, no sobre componendas de despacho.
La corrida de Victorino Martín es, con diferencia, el cartel más redondo del abono, Uceda Leal, Fortes y Tomás Rufo. Y, aun así, uno sueña, si en lugar de Rufo hubiera entrado Borja Jiménez, hablaríamos de una cita realmente inolvidable. Ese era su sitio. Pero ya sabemos quién apodera a quién...
La feria se cierra con toros de Antonio Bañuelos para un trío de toreros banderilleros como son El Fandi, Escribano e Ismael Martín. Con todo el respeto, El Fandi sobra ya en casi todas las combinaciones. Su fórmula, repetida hasta el agotamiento, hace tiempo que dejó de suscitar interés.
En resumen, la feria de Valladolid deja una sensación amarga, la de un ciclo que rozó la grandeza, pero no se atrevió a alcanzarla. Faltó sensibilidad. Faltó riesgo. Faltó justicia.
Pasemos a Albacete. La feria manchega presenta un rostro similar con momentos sueltos de altura que no logran cohesionar un conjunto verdaderamente redondo. Su estructura es sólida —siete corridas de toros, dos novilladas con picadores, una sin caballos y una de rejones— y el elenco ganadero, notable: Victorino Martín, La Quinta, Jandilla, Santiago Domecq...
El arranque será con una corrida de Conde de Mayalde, ganadería que dejó dudas en San Isidro. Lo destacable aquí es la inclusión de Fortes, que sigue ganándose su sitio con autenticidad, lo hará acompañado del torero local José Fernando Molina, anunciado en dos tardes. También regresa Samuel Navalón, joven que va creciendo y cuya evolución interesa cada vez más.
En el apartado novilleril destacan nombres con proyección. El Mene, en quien sigo creyendo con firmeza, y Aarón Palacio, cuya inclusión tras su buena actuación en Madrid es más que merecida. Me habría encantado verlos juntos, quizá en el cartel con Zulueta, en una combinación que habría sido, directamente, una delicia para el aficionado.
Las corridas de Jandilla y Victoriano del Río replican un patrón ya fatigado, Castella, Manzanares, Perera, Talavante… Nombres que fueron referencia, pero que hoy transitan sin discurso. Frente a ellos, la presencia de Ortega y Borja Jiménez rescata el cartel del sopor. Y aun así, hay cantera más que suficiente como para haber construido otro relato, Mario Navas, Jarocho, Víctor Hernández… toreros con hambre, con voz propia, con justicia pendiente.
La tarde de Morante será con toros de Daniel Ruiz, junto a Ureña y Roca Rey. Siempre es un regalo contar con su nombre, pero uno no deja de imaginarlo frente a ganaderías que propicien más opciones... Esta era una ocasión perfecta para dar cabida a un joven necesitado de escaparate. No fue el caso.
La corrida de La Quinta recaerá en Fernando Adrián, Molina y Peñaranda. Una terna desigual, que no termina de dialogar entre sí. Y la de Victorino Martín será estoqueada por Rubén Pinar, David Galván y Ginés Marín. No es, a priori, el cartel más inspirador, aunque deseo sinceramente que Ginés encuentre el vuelo que parece rondarle. Tiene disposición y maneras, pero aún busca encontrarse.
Concluyo este análisis con una sensación que atraviesa ambas ferias, el reflejo imperfecto de lo que pudo ser. Valladolid y Albacete nos entregan propuestas que, con apenas unos retoques, habrían ganado en profundidad, en emoción, en justicia. Pero se quedaron a medio camino. La miel en los labios…
Ojalá la próxima entrega esté dedicada a Bilbao. Su silencio inquieta, pero su historia y su plaza lo merecen todo. Cuando llegue, aquí tendrá el espacio que se le debe.
Escrito por Álvaro Cabello