En un momento en que el escalafón novilleril pide aire nuevo y autenticidad, aparece Aarón Palacio con el paso firme, el concepto claro y la ambición de quien no quiere pasar de puntillas por la profesión. Natural de Zaragoza, su nombre ha empezado a sonar con fuerza en los mentideros buenos de la afición.
Su evolución ha sido constante, en los últimos años. Se curtió en el campo y en los certámenes menores, hasta debutar con picadores en 2023, dejando entonces ya entrever ese gusto por el toreo despacioso, bien trazado, de expresión seria. A partir de ahí, vinieron fechas clave, tardes de contenido, y un concepto que ha ido madurando con coherencia.
La pasa temporada se alzó con el reconocimiento al mejor toreo de capote en el Zapato de Oro de Arnedo, hasta ser designado novillero triunfador en las Corridas Generales de Bilbao. Este 2025, Madrid lo vio presentarse en San Isidro con una oreja de peso al natural, dejando el sello de un torero de toreo puro, limpio, hondo, sin concesiones.
Hoy converso con él desde la honestidad y la profundidad, con la intención de conocer no solo al torero, sino también a la persona. Hablaremos del oficio, de los sueños, del compromiso con el toreo íntegro. Y abordaremos temas que delatan criterio: el tercio de varas, la variedad de encastes, y los sueños en el toro.
¿Cómo nace en ti la vocación de torero? ¿Hubo un momento concreto que lo marcó todo?
No hay un día concreto que yo decidiese ser torero, sino que fue algo que yo por casualidades de la vida me apunté a la escuela taurina sin querer ser torero aún, sino porque me gustaba mucho el toro como animal y fue un poco pues lo que hablamos siempre, la enfermedad del toreo que poco a poco se me fue metiendo dentro y fíjate, hasta el día de hoy que prácticamente pues es mi vida y todo lo que hago está relacionado con el toro. No hay nada en mi día a día que haga y no lo relacione con ello.
¿Qué figuras, actuales o históricas, son tu inspiración?
Bueno, actualmente, como creo que, para muchos, es Morante. Desde que recuerdo que me gustan los toros —que ya no era un niño muy pequeño, sino casi un adolescente— siempre el torero que más me ha emocionado ha sido Morante. Aun así, me gusta mucho ver todos los vídeos que puedo de toreros antiguos. Lo disfruto mucho, porque eran toreros con mucha personalidad, con mucha raza torera. La verdad es que me encanta ver esos vídeos. También creo que hoy en día hay figurones del toreo de los que se aprende una barbaridad. Ahora mismo el toreo, técnicamente, está a un nivel que nunca había estado. Es impresionante. Y bueno, toreros como José Tomás, El Juli, o actualmente Juan Ortega, Pablo Aguado, Diego Urdiales… me encanta verlos a todos y aprender de cada uno de ellos.
¿Cómo definirías tu concepto del toreo?
Bueno, a mí me gusta el toreo clásico. Desde que cogí por primera vez una muleta y un capote, ha sido el tipo de toreo que he intentado hacer, el que me sale de dentro. Recuerdo que la primera vez que tuve un trasto en las manos, me salió ese toreo de manera natural. Creo que, aunque uno vaya mejorando con el tiempo, hay que intentar seguir esa línea, la de aquello que te salió sin tener ni idea, cuando todo era puro instinto. Eso es lo que busco: un toreo clásico, con verdad, con pureza, que nazca de dentro. Está claro que la técnica es obligatoria, es necesaria, pero creo que delante del toro hay que olvidarse un poco de eso y dejar que fluyan los sentimientos, que salga lo que uno lleva dentro.
¿Qué papel juegan la técnica y la inspiración en tu forma de interpretar la lidia?
La técnica, yo creo que es imprescindible, y más con el toro que sale hoy en día y con el nivel técnico que hay actualmente. Pero, bueno, también pienso que el toreo, al final, es un arte, una forma de sentir. Si la técnica se pone por encima de la inspiración o del sentimiento, creo que eso mata al arte, y hace que el toreo se vuelva vulgar. Está claro que la técnica se entrena mucho, pero delante del animal, lo que intento es que prevalezca el sentimiento, que lo que me salga en ese momento esté por encima, que eso sea lo que guíe mi toreo.
¿Cómo ves el momento actual del toreo y en particular el de los novilleros?
Pues bueno, yo creo que hoy en día el toreo goza de una salud impresionante, al menos en cuanto al público se refiere. Y en cuanto a los toreros, como te comentaba antes, ahora mismo las figuras y la mayoría de los profesionales tienen un nivel técnico impresionante. Vivimos en una época en la que hay ciertos toreros que están marcando la historia del toreo, y creo que somos unos privilegiados por poder verlo. En cuanto a los novilleros, también pienso que hay ahora mismo un gran ambiente. Somos bastantes los que estamos intentando hacernos un hueco, y eso es muy positivo, porque significa que hay toreros para rato. La fiesta está viva, goza de buena salud, y si Dios quiere, esto durará muchos años más.
¿Sientes que hay oportunidades reales para destacar, o hay que abrirse paso a codazos?
Creo que hoy en día hay menos oportunidades que antes, eso está claro, pero también creo que las hay. Hay gente que las aprovecha, y ahora mismo no queda otra que abrirse paso a codazos. Se habla mucho de favoritismos, de enchufes y todo eso, ¿no? Pero sinceramente, creo que cuando hay alguien que de verdad quiere, que tiene condiciones y le llega una oportunidad —que yo creo que en algún momento a todos nos llega—, si la sabe aprovechar, las cosas funcionan. Está claro que el toreo está como está, que ahora mismo hay pocas novilladas, pero, por ejemplo, en mi caso, creo que soy un claro ejemplo de que a mí nadie me ha regalado nada. Todo lo que tengo hoy en día —que gracias a Dios para mí es mucho— me lo he ganado día a día, tarde a tarde, toro a toro. Por eso digo que cualquiera que lo desee de verdad, que tenga fe, que crea en lo que hace y tenga muchas ganas, puede abrirse camino, tanto en el toreo como en cualquier cosa en la vida.
En tiempos donde se aboga por aligerar el castigo, ¿no crees que el tercio de varas está perdiendo su esencia y emoción?
A ver, es verdad que en muchos sitios el tercio de varas, ahora mismo, se ha convertido en un simple trámite. A mí, personalmente, siempre me ha gustado mucho, primero porque creo que es una forma de medir la bravura del toro. Pero también hay que ser realistas. Muchos días, y en mi caso con los novillos, hay que poner por delante que el animal llegue vivo a la muleta. Nos guste más o menos, es con la muleta con lo que hoy se cortan las orejas. Si por querer lucir al novillo en el caballo, llega a la muleta muerto o sin fuerzas, no sirve de nada. Creo que eso es algo que se debería estudiar, cómo encontrar la forma de lucir al toro en el caballo, pero sin que eso impida que llegue con opciones al último tercio. Porque si lo exprimes en varas y luego se para en la muleta, tampoco hay triunfo posible. Entonces creo que hay que buscar un equilibrio, una medida. Y disfrutar de todo el toreo, porque al final, todo es toreo.
¿Crees que un torero debe estar preparado —y dispuesto— a lidiar todos los encastes?
Yo sí lo creo. Creo que es algo bonito, que se ha perdido un poco, pero que poco a poco se está volviendo a recuperar. Antiguamente era más normal. A mí, por ejemplo, hay gente que me pregunta: “¿Por qué no matas cierta ganadería o cierto encaste?”. Y también es verdad que hoy en día hay, por así decirlo, dos tipos de novilladas: las que se consideran buenas para el torero y las que se consideran duras. Creo que, si desde el principio te encasillas en las ganaderías duras, luego es muy difícil salir de ahí. Y al final, todos estamos en el toreo para intentar ser figuras, para estar en los mejores carteles, al lado de los mejores toreros. Ojalá el día de mañana pueda llegar a ser figura del toreo y decidir yo qué encastes y qué ganaderías quiero lidiar. Pero ahora mismo me tengo que guiar mucho por eso, por intentar abrirme camino y, cuando dé el salto al escalafón mayor, buscar entrar en los mejores carteles. Y normalmente, esos carteles son con las mismas ganaderías. El día que sea figura, como te digo, ya tendré mano para decidir si quiero matar de todos los encastes o centrarme en uno solo. Pero ahora, como todos, lo que busco es estar en los mejores carteles. Y eso, hoy por hoy, pasa por lidiar las ganaderías que suelen estar ahí.
¿Qué sueña Aarón Palacio cuando se pone delante del toro?
Cuando me pongo delante del toro, la verdad es que voy con pocas cosas. Siempre digo que las faenas más importantes que he hecho no las recuerdo bien, porque entro en un estado en el que el cuerpo me va solo. Después de tanto entrenamiento y tantas horas pensando en el toreo, el cuerpo simplemente fluye. Cuando termino, casi no me acuerdo de nada. Pero fuera del toro, sueño con los más grandes. Como te decía antes, me gustaría ser figura del toreo, poder estar en todas las ferias y que se recuerde a Aarón Palacio como una figura que toreó bien. Veo lo que hace Morante ahora mismo, que cada día da un paso más, que su toreo sigue creciendo, y creo que eso es lo bonito de esto: llegar a ser figura del toreo con categoría.
¿Te ves preparado para tomar la alternativa pronto, o prefieres seguir rodándote?
Bueno, de momento voy a seguir como estoy. Ahora mismo tengo muchas novilladas y estoy centrado en eso, en aprovechar cada una de ellas, que gracias a Dios son muchas. La alternativa es algo que tengo en mente y que me hace mucha ilusión. Sinceramente, no sé cuándo la voy a tomar, pero creo que si todo va bien y las cosas salen como deben, si no es a finales de este año, será a principios del próximo. Ojalá pueda ser en una feria que me ilusione, con un cartel que me guste, y vivir un día inolvidable para mí.
Agradezco sinceramente a Aarón Palacio la cercanía y la claridad con las que ha compartido su visión del toreo. Escuchar a un novillero joven hablar con tanta verdad, respeto y sentido del oficio reconforta y da esperanza. Porque cuando se conjugan vocación, criterio y entrega, el camino, aunque duro, acaba conduciendo a donde merece.
Desde El Volapié, le deseo toda la suerte y el amparo del toreo bueno en lo que resta de temporada, con la certeza de que su nombre seguirá creciendo en los carteles y, sobre todo, en la memoria de los aficionados.
Escrito por Álvaro Cabello