La faena más sublime, parsimoniosa y exquisita de la ya consumida temporada tuvo lugar en la pasada feria de abril de Sevilla y la elaboró Juan Ortega.
Inicio fabuloso de ayudados por alto barriendo el lomo del toro, enganchados a trincherillas toreras que avivaron los sentimientos del tendido, ilusionando a Sevilla que ya deseaba aquello que iba a suceder. Y sucedió, arrancó Tejera con Manolete -de solemnidad inconmensurable-, soltó la diestra y acarició las embestidas en una serie parando el tiempo a base de temple y compás; rodilla en tierra trazó el de pecho que aún no ha culminado. Los naturales no fueron menos, de uno en uno los dio, y entre uno y otro exteriorizaba Sevilla aquello tan puro que le hacía llegar Juan. Final genuflexo, esculpiendo el toreo a golpes de pureza donde en los vuelos de su muleta iban los sentimientos de los presentes, que al soltarlos, los olés de la Maestranza, cruzaban el puente y llegaban a Triana.
Estaba todo, ¿qué más se podía pedir? El arte ante el grandioso marco de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla. El broche de oro con una estocada enloquecedora de tendidos y dos orejas que se posaban en las manos del de Triana.
Dios mío Juan…