Los seres superiores existen, y hoy puedo afirmarlo con certeza absoluta. Morante de la Puebla es uno de ellos, quizás la figura más prominente en la actualidad. En una sociedad que a menudo se arrastra por la mediocridad y la indiferencia, él se enfrenta con valentía a la oscuridad que lo consume por dentro, compartiendo sin reservas su visión de la "muerte como alivio". Morante pone al torero por encima de la persona, abrazando el sufrimiento más lacerante que puede conocer un ser humano: la ausencia de felicidad, todo en nombre del toreo. Por ello, hoy puedo afirmar, sin lugar a dudas, que los seres superiores realmente existen.
Morante es un genio. Un verdadero genio es aquel que posee una capacidad única, un don que solo puede ser otorgado por lo divino, y con ese don, es capaz de crear un arte sublime, casi místico. Ese don, en su máxima expresión, lo vemos en las plazas. No solo observamos una ejecución técnica impecable, sino algo más profundo e inexplicable: una fuerza que surge del alma misma. En Morante, la persona se sacrifica para que el genio viva, para que se manifieste. En cada pase, en cada gesto, se percibe una esencia que va más allá de la técnica, un sacrificio que la mayoría de nosotros no logra comprender en su totalidad. Tal vez no tengamos tiempo en esta vida para agradecerle todo lo que nos regala.
La muerte es una presencia constante en la vida del torero, una protagonista silenciosa que nunca deja de acechar. La lucha entre el toro y el torero no es simplemente una batalla física, sino una lucha existencial por salvarse, un sacrificio mutuo en el que ambos se entregan por completo. El toreo se convierte, así, en una danza simbólica con la muerte: un enfrentamiento constante donde la entrega es total y sin reservas. Sin embargo, la muerte puede arrebatarle la vida a la persona, pero no al genio ni al artista. Estos son inmortales. En un tiempo donde la cobardía y el miedo parecen prevalecer, Morante habla de la muerte “como alivio”. Y créanme, se necesita una valentía monumental para compartir algo tan profundo. Tal vez, para él, torear le proporcione un alivio más grande que la propia muerte.
En una era donde la mediocridad se oculta tras la comodidad, Morante de la Puebla se alza como un ser excepcional, un genio cuya capacidad de transformar el sufrimiento en arte sublime no tiene paralelo. Su toreo no es simplemente un acto de destreza con el toro, sino una confrontación directa con la muerte, a la que encara con una valentía que pocos se atreven a mostrar. Para él, aceptar lo inevitable no es un signo de rendición, sino de transcendencia. La persona se disuelve para dar paso al genio, y en ese sacrificio, Morante nos regala algo eterno, algo que no se desvanece con el tiempo. En él, la muerte pierde su poder sobre su esencia, porque, como todo verdadero genio, Morante es inmortal. Hoy, más que nunca, podemos afirmar con certeza que los seres superiores existen, y él es una de esas raras y divinas excepciones.