Hoy, al caminar hacia la plaza, tenía la certeza de que asistía a una corrida de toros. Al menos, eso decía el cartel. Pero no fue así. Toros, sí... si uno se fía estrictamente por la edad —recién cumplida, por los pelos—, porque en cuanto a presencia, lo de hoy eran novillos con todas las letras. Toros de plaza de tercera, sin el menor rubor, en una plaza que aún se autodenomina de primera. Dicen que el toro cordobés debe estar un punto por debajo del sevillano. Bien. Pero si en Sevilla han aprobado varios toros con hechuras indignas, aquí directamente se pasa el reconocimiento con los ojos cerrados. Aun así, hoy la plaza se pobló algo más que en días anteriores. No fue una gran entrada, pero se notó algo más de ambiente. También se notaron los gritos constantes desde los tendidos pidiendo música. Por pedir, se hizo hasta en un tercio de varas. Sí, en un tercio de varas. Para colmo, se escuchaban pitos antes del segundo puyazo, como si en plaza de primera no fuera obligatorio picar dos veces. En fin… Al menos, el cartel ofrecía algo diferente de lo que estábamos acostumbrados. Miguel Ángel Perera, que estuvo por encima de su lote; Emilio de Justo, que tuvo pocas opciones; y Borja Jiménez, que toreó con nota al sexto.
Perera abrió la tarde ante un ejemplar muy justo de fuerzas, protestón. Construyó una faena larga, de menos a más, con momentos de cierto interés, aunque faltó limpieza y conexión en varios pasajes. El punto más álgido llegó con la diestra, donde corrió bien la mano y trazó muletazos largos, de poder y sitio. Por el izquierdo, el toro se vencía más. Remató su actuación con una estocada trasera. La plaza, con buen criterio, no pidió trofeo.
Con el cuarto, estuvo por encima, entendiendo perfectamente a un toro noble pero falto de fondo, que metía bien la cara, pero se venía abajo a partir del tercer muletazo. Perera cimentó su obra sobre ambas manos, destacando especialmente al natural, donde dejó series de gran trazo, aunque a veces sin acople. Cerró en terrenos de cercanías, con el toro ya parado. Mató con acierto y el palco le regaló dos orejas de pueblo, absolutamente desproporcionadas. Una quizá, dos no pueden ser.
La lidia al segundo fue un auténtico despropósito. El toro derribó al caballo, cogiéndolo por los pechos, y tras encelarse, cayó él mismo al suelo sin poder levantarse. Debió de ser devuelto, pero parece que el presidente se dejó el pañuelo verde en la feria. Con un toro que no podía con su alma, Emilio de Justo tiró de oficio y voluntad, sacando algunos muletazos limpios a media altura. Poco más se podía hacer. Mató de una estocada trasera.
En el quinto, con un toro de buena condición, pero sin fuerza, la historia se repitió. El animal se vino abajo muy pronto y el torero fue exprimiendo muletazos sueltos, de uno en uno, sin poder construir faena. Faena correcta, pero intrascendente. Cerró su tarde con un pinchazo y estocada trasera.
Borja Jiménez recibió al tercero con verónicas templadas, abrochadas con dos medias de buen gusto, de la casa Chenel. El toro, noble, pero sin fuelle, no ofreció grandes opciones. Aun así, Borja exprimió lo poco que tenía, y firmó tres naturales excelsos, llevados muy detrás de la cadera, de enorme trazo. Fue lo más destacado del trasteo. Mató de una estocada muy baja, seguida de otro bajonazo descarado. Hubo una petición tan incomprensible como minoritaria… que acabó en vuelta al ruedo voluntariosa.
Pero su mejor versión llegó en el sexto, en mi opinión el mejor toro del encierro. Un animal con cierto ritmo y clase. El de Espartinas lo recibió en los medios con unas espaldinas, sin forzar la postura, como deben ser. Siguió con series de derechazos largos y mandones, bajando la mano, con muletazos de calidad. Hubo un pase de pecho monumental. Al natural, también dejó muletazos de excelente factura, aunque sin continuidad, porque el toro se vino abajo pronto y terminó saliendo desentendido. La espada no le ayudó: dos pinchazos antes de una media estocada.
En resumen, una tarde de apariencias, de toros sin presencia, orejas sobredimensionadas y ambiente verbenero. Y lo más grave: una plaza que parece no saber a qué categoría pertenece. Un buen aficionado me dijo hoy “aunque lo digamos, ya no somos plaza de primera”. Y que razón tiene. Porque una cosa es la nostalgia… y otra, vivir eternamente de las glorias pasadas.
LA RESEÑA
Plaza de Toros de Los Califas, Córdoba. 2ª de abono. 1/3 de plaza.
Toros de El Pilar 🟢⚪: muy mal presentados, anovillados, de plaza de tercera. Muy flojos, sin casta ni fondo.
Miguel Ángel Perera (de sangre de toro y oro), ovación tras aviso y dos orejas.
Emilio de Justo (de negro y oro), ovación y ovación.
Borja Jiménez (de gris plomo y oro), vuelta al ruedo tras petición minoritaria y ovación tras aviso.
Escrito por Álvaro Cabello