Miura. El hierro mítico. El que impone respeto con solo pronunciar su nombre. El que encierra siglos de historia, de drama, de gloria y tragedia. Siempre fue esperado con el corazón en un puño, como se espera lo imprevisible, lo fiero, lo verdadero. Pero en los últimos tiempos, la estirpe de Zahariche parece ir perdiendo su filo. Salen al ruedo toros nobles en exceso, descastados, sin nervio, sin fondo ni emoción. Y en esta Pamplona de 2025, la hecatombe se repitió. Una corrida fea, mal presentada, sin cara ni trapío, muy lejos del sello que Miura suele dejar en esta plaza que tanto lo ha venerado. Una decepción profunda. Porque a una corrida de Miura no se viene a contemplar la rutina, sino a vivir la tensión, el asombro, el riesgo. Con este hierro se ponía el broche final a la feria, y se cerró San Fermín con una Puerta Grande generosa —más bien, regalada— a Colombo, fruto del populismo y del espectáculo facilón.
Manuel Escribano, como es costumbre en él, se fue a porta gayola en sus dos turnos. Su primero fue un toro blando, de nobleza insípida, sin poder. Se echaba en falta esa vibración que debería latir en todo Miura. El de Gerena basó la faena sobre la derecha, aseado, pero sin vuelo. Por el pitón izquierdo, el toro soltaba la cara y se vencía, aunque logró algún natural suelto de buen trazo. Faena correcta, sí, pero nula en emoción. Mató de una estocada trasera y tendida, de mejor ejecución que colocación.
El cuarto sembró desconcierto en banderillas, mandaba el toro, imponía su ley. Difícil de fijar, complejo de lucir. Cuesta entender por qué Escribano no delegó los palos; no es obligación banderillear cuando el toro no lo permite. En la muleta, el miura fue pronto y tuvo nobleza por el derecho, pero se desfondó pronto. Escribano toreó con limpieza, con compostura, pero sin eco. Cuando buscó el natural, el toro se quedaba corto, no era el pitón. Faena alargada, sin remate, con el toro ya ausente. Pinchazo y media trasera para despacharlo.
Damián Castaño se presentaba en la Feria del Toro. Y lo hizo con disposición plena, también desde toriles. Su primero fue reservón, tardón, cada vez más. Castaño anduvo firme, cruzándose, pisando terrenos comprometidos. Todo por la diestra, porque por el izquierdo no había nada. Valor, entrega, incluso alardes de rodillas con la espalda al toro precedieron a una media estocada bien situada.
El quinto fue apenas un reflejo. Toro noble, pero sin fuerzas. No decía nada. Castaño volvió a mostrarse correcto, buscando componer, hilvanando algunos naturales de bello trazo, aunque sin calado alguno. El toro se rendía, sin poder ni emoción. Pinchazo hondo para despacharlo.
Jesús Enrique Colombo fue el protagonista del espectáculo más populista de la tarde. Las peñas, encantadas. El tercero fue un toro de prehistórica lámina, que se empleó en varas y además fue bien picado. Compartió banderillas con Escribano, como en todos, en un tercio más de poder que de pureza. En la muleta, Colombo construyó una faena artificiosa, excesivamente larga, ante un toro mirón y de escaso recorrido. El toro pedía el final, pero él insistía. Lo mejor fue la estocada.
El sexto fue un manso sin paliativos que salía suelto, sin humillar, sin querer pelea. Toda la lidia fue un circo complaciente que encandiló a las peñas. Colombo, incluso, pidió una boina del tendido, no sé para qué, que luego devolvió antes de brindarles la faena. La faena fue vulgar, efectista, basada en molinetes de rodillas y gestos fáciles. Nada de fondo. El toro, además, era soso, sin alma. Mató de un gran estoconazo. Lo único estimable de su tarde.
Y así se fue la feria. Entre Miuras sin historia y ovaciones sin juicio. Pobre de mí, que ya se acabaron las fiestas de San Fermín. Espero haber estado a la altura en estas crónicas y en la difusión de lo vivido. Ya sueño con un nuevo siete de julio.
¡Viva San Fermín 2026!
LA RESEÑA
Plaza de Toros Monumental de Pamplona. 10ª de abono. 14/7/25. Lleno de “no hay billetes”.
Toros de Miura 🟢🔴: mal presentados y de poca cara en su mayoría. Sin ningún poder, sin raza, todos se pararon muy pronto.
Manuel Escribano (malva y oro), ovación tras aviso y ovación tras aviso.
Damián Castaño (blanco y plata), silencio y ovación.
J.E Colombo (tabaco y oro), oreja y oreja.
Escrito por Álvaro Cabello