"Frenoso" de Victoriano del Río rescata del naufragio una tarde condenada por el tedio.
Superado otro viernes de San Isidro, y esta vez, con éxito. No se respiró ese ambiente festivalero que en ocasiones envuelve la plaza, pero tampoco tuvo ocasión. La tarde comenzaba con el recogimiento propio del Día Internacional de la Tauromaquia, guardando un minuto de silencio en memoria de Joselito “El Gallo”, caído hace ciento cinco años, tal día como hoy, en la plaza de Talavera de la Reina. En el ruedo de Las Ventas se anunciaba una corrida de los dos hierros de la familia Fraile: El Puerto de San Lorenzo y La Ventana del Puerto, aunque fue necesario completar el encierro con dos toros de Victoriano del Río El encierro hubo de ser remendado, afortunadamente, con dos toros de Victoriano del Río. Y menos mal. Porque si la tarde hubiese quedado a merced únicamente de los toros de El Puerto, morimos del aburrimiento. Cuesta entender cuántas más razones deben acumularse para que esta ganadería deje de venir a Madrid. Pero ya se sabe, aquí todo sigue igual. La tarde la rescató un toro extraordinario, el quinto, de nombre Frenoso, de Victoriano del Río, que no solo cambió el ritmo del festejo, sino que se convirtió, con pleno derecho, en el auténtico protagonista del día. En el cartel, Manzanares, absolutamente indigno, infame e ignominioso, rayando lo bochornoso; no creo que merezca ni siquiera una mención más allá de la necesaria. Fernando Adrián, por su parte, estuvo digno con el excelente quinto. Y Pablo Aguado, que dejó algunos detalles de buen gusto, acabó por diluirse en faenas largas y vacías.
Abrió plaza un toro mal presentado, un manso noble y dócil que apenas ofreció resistencia. Manzanares no pudo estar peor: desganado, desentendido, toreando de manera ventajista y sin compromiso. Remató con una estocada perpendicular.
En cuarto lugar, salió un toro con poca cara para Madrid, flojo, sin raza, otro más que pasaba por allí. Manzanares volvió a vagar sin alma ni intención, entre pases vacíos, sin orden ni concierto. No se puede venir a la primera plaza del mundo con esa actitud. Mató de una buena estocada, la única nota positiva de su lamentable tarde.
El segundo fue otro toro sin sangre, descastado, que apenas sirvió. El tercio de varas fue una mera simulación. Fernando Adrián mostró voluntad, pero sin mucho que rascar. La faena no pudo despegar. Mató tras dos pinchazos y dejó una estocada tendida y trasera.
El quinto, en cambio, cambió el curso de la corrida. Frenoso, de Victoriano del Río, fue un toro bravo, encastado, con ritmo, transmisión y prontitud. Una auténtica joya. Fernando Adrián lo entendió bien desde el principio. Cimentó su faena sobre la mano derecha, logrando muletazos mandones, de mano baja, ligados y profundos. No obstante, faltó más rotundidad y mayor lucimiento al natural. Los pases de pecho fueron muy de pitón a rabo. Cerró por bernardinas ajustadas y una serie de muletazos por bajo que terminaron de calentar al público. Todo estaba hecho… pero la espada se le atragantó. Imperdonable.
Pablo Aguado lidió en tercer lugar un toro de Victoriano del Río llamado Dulce, como aquel gran toro de la misma casa que se llevó Borja Jiménez la temporada pasada, aunque en esta ocasión el nombre fue una cruel coincidencia. El toro de Aguado tuvo embestidas descompuestas, fue escaso de fuerzas y sin demasiado ritmo. El sevillano lo intentó en su línea: toreo suave, pausado, buscando estética, pero la falta de continuidad y ligazón impidió que conectara con los tendidos. Hubo, eso sí, algunos naturales sueltos de excelente factura, pero demasiado aislados. La faena se desdibujó entre dudas, se alargó más de la cuenta y terminó con un mitin con los aceros: cinco pinchazos y un intento de descabello que no terminó de entrar.
Cerró la función un inválido de La Ventana del Puerto, completamente vacío de casta y de fuerza, con una embestida cansina y sin alma. Aguado firmó un trasteo superficial, estético, pero sin contenido. El público, con toda la razón, le obligó a coger la espada. Había pasado de faena con creces. Mató de una estocada corta.
Y así transcurrió otra tarde en Las Ventas, entre el tedio que imponen ciertas ganaderías y la desidia de algunos toreros, salvada únicamente por la bravura de Frenoso y la disposición de un joven que sí quiso estar. Ojalá tomen nota quienes aún creen que basta con presentarse en Madrid. Aquí se viene a torear o no se viene.
LA RESEÑA
Plaza de Toros de Las Ventas, Madrid. 7ª de abono. Lleno de “No hay billetes”.
Toros de El Puerto de San Lorenzo 🔴🟡 (1º, 2º): justitos de presencia, manso y noble el primero y descastado el segundo; La Ventana del Puerto 🔴🟡 (4º, 6º): justos de presentación, el cuarto flojo y descastado, y el sexto un invalido sin fondo ni bravura; y Victoriano del Río ⚫🟡 (3º, 5º): bien presentados, muy armados y con cuajo. El tercero justo de fuerzas y de descompuestas embestidas, y el quinto un toro extraordinario, bravo, con ritmo, pronto y repetidor en la muleta.
José María Manzanares (azul marino y oro), silencio y silencio.
Fernando Adrián (celeste claro y plata), silencio y vuelta al ruedo tras aviso.
Pablo Aguado (negro y oro), silencio tras aviso y silencio.
Incidencias: Al finalizar el paseíllo, se guardó un minuto de silencio en la memoria de Joselito ‘El Gallo’. Marcos Prieto se desmonteró tras parear al segundo.