Una corrida de contrastes: los astados marcaron el ritmo, pero los toreros no supieron seguirlo.
Con la llegada de la tradicional corrida goyesca del 2 de mayo, Madrid vibraba de expectación. Dos ganaderías de interés, pero un cartel que despertaba dudas por su nivel. Tras una mañana de lluvia, el sol apareció justo a tiempo para el comienzo del festejo. La tarde estuvo marcada por la destacada superioridad de los toros sobre los espadas, que se vieron superados en casi todo momento. La tónica fue la de faenas desestructuradas, con constantes rectificaciones, trapazos y enganches. Ningún torero pudo imponer su ritmo, y el resultado fueron faenas inconexas y sin mayor brillo. Al final, los astados se fueron sin torear, mientras las orejas caían sin justificación. Solo Álvaro Lorenzo, con una faena deslucida al tercero, logró cortar una oreja que resultó tan intrascendente como lamentable, al ser solicitada por un público que no supo ver más allá de la escasa calidad de su actuación.
Abría la tarde “Espejito”, de Baltasar Ibán, toro con el que Diego García confirmaba su alternativa. Astifino, serio, bien armado y de buena presencia, despertó la primera ovación de la tarde. Humilló de salida en los primeros lances con el capote de García. En varas, se dejó pegar en el primer encuentro, recibiendo un puyazo caído, y en el segundo apenas empujó con un solo pitón. Francisco José Espada firmó un quite por tafalleras, rematadas con una vistosa revolera invertida. La lidia en banderillas resultó desordenada, con un toro andarín, sin fijeza, que ya mostraba querencias. En la muleta, pronto se evidenció su intención de irse: embestía con genio, salía suelto y buscaba constantemente las tablas, complicando la labor del confirmante. Diego García tiró de voluntad, tratando de robar muletazos de uno en uno, aunque resultó imposible hilvanar más de dos sin que el toro rompiera. La faena no pudo tomar vuelo. Dejó un pinchazo y luego una estocada caída.
De nombre “Bastonito” el segundo de la tarde, y ya solo con eso cargaba historia. Astifino, amplio de pitones y bien presentado, con expresión de seriedad. Francisco José Espada lo recibió con solvencia con el capote, y el toro respondió embistiendo con fuerza y metiendo la cara. En varas, empujó con un solo pitón y mantuvo siempre la cabeza alta, sin llegar a entregarse del todo. No hubo forma de ver al verdadero “Bastonito”, que estuvo muy por encima del torero. Espada comenzó doblándose con firmeza, sacándolo a los medios, y el toro ya mostraba prontitud y un fondo encastado. Era un animal para bajarle la mano, dejársela puesta y ligar los muletazos. Sin embargo, la faena nunca tomó vuelo: las continuas rectificaciones rompieron el ritmo, y faltó limpieza en el trazo. Se fue un gran toro sin que se le viera del todo. Una pena. En la suerte suprema, Espada pasó las de Caín. El toro le echaba la cara arriba, impidiéndole pasar. En el segundo intento, se llevó un fuerte pitonazo en el rostro. Aun así, insistió varias veces hasta dejar un pinchazo muy suelto y acabar con un golpe de verduguillo.
En el tercero de la tarde cambiábamos de hierro, entrando en juego uno de Luis Algarra. Salió un toro colorado, bien presentado, bajo de hechuras y algo bizco del pitón izquierdo. Álvaro Lorenzo no encontró opción alguna de lucimiento con el capote. En el caballo no se empleó apenas: se quedó dormido en el peto y, al salir del primer encuentro, dio una vuelta de campana. Diego García firmó un quite por delantales, donde el toro perdió una vez las manos, cerrando con una media. Y si veníamos de ver cómo se iba un toro de triunfo, este fue otro más a la lista. Era un animal de orejas. Noble, humillando, con fijeza, y con muchas posibilidades para el lucimiento. Pero Álvaro Lorenzo no logró entenderlo en ningún momento, toreando siempre fuera de cacho, sin lograr acoplarse. Solo se salvaron algunos naturales sueltos, de buen trazo, pero aislados. Cerró con bernadinas antes de dejar una estocada caída, que remató un conjunto muy por debajo del toro. Pese a todo, el público pidió la oreja, y el presidente la concedió. Una oreja barata e infame, más propia de plaza portátil.
El cuarto de la tarde fue otro ejemplar de Luis Algarra, serio y con trapío. Francisco José Espada lo saludó con dos largas cambiadas de rodillas, para luego seguir con un ramillete de verónicas rematadas con una revolera. En el caballo, el toro no se empleó y, al salir del primer puyazo, dio una vuelta de campana. Álvaro Lorenzo protagonizó el quite por chicuelinas, aunque resultaron deslucidas por un inoportuno golpe de viento. En banderillas, Iván García colocó dos grandes pares que le valieron una ovación merecida del público. Ya en la muleta, el toro tuvo transmisión en las primeras tandas, aunque su embestida fue apagándose con el paso de la faena. Espada puso entrega, eso no se le puede negar, pero no terminó de entenderse con este toro. Abundaron los trapazos, las rectificaciones y la falta de limpieza. Faena deslavazada y con poco eco. Terminó con una serie de manoletinas de perfil. Alargó la faena en exceso, haciéndola pesada y sin ritmo. Mató de media estocada trasera.
En el quinto turno volvíamos al hierro de Baltasar Ibán, con el último toro de su lote. Bien presentado, serio y astifino. En el primer encuentro con el caballo empujó con genio, aunque el puyazo cayó muy bajo. En el segundo apenas se empleó. Diego García realizó un quite por verónicas, sin brillo ni mayor lucimiento. El de Ibán fue un toro encastado, con opciones, que topó con un Álvaro Lorenzo de nuevo desajustado. Intentó que rompiera la faena en algunas tandas, pero todo se diluyó sin estructura ni hondura. Escasos los muletazos destacables. Y a la hora de entrar a matar, la preocupación no parecía ser otra que la puerta grande, que ya rozaba por la benévola oreja del tercero. Ejecutó una estocada caída y trasera. El público pidió el trofeo, pero el presidente, con criterio, y gracias a Dios, no atendió la petición. Una oreja ahí hubiera sido una vergüenza.
Vuelta al hierro de Luis Algarra para cerrar la tarde. Un toro cuajado, bien presentado, con seriedad. Humilló y metió bien la cara en el buen recibo capotero de Diego García. En varas empujó con intención en el primer encuentro y dejó una pelea discreta en el segundo. Juan Carlos Rey saludó una ovación tras clavar dos buenos pares de banderillas. Ya con la muleta, Diego García comenzó en los medios, sin probaturas, toreando en redondo. Cimentó una faena voluntariosa, aunque el toro pedía un punto más de exigencia y mando. Destacaron algunos naturales sueltos, templados, pero sin llegar a redondear una tanda completa. Con la espada no lo vio claro: tres pinchazos antes de dejar una estocada.
LA RESEÑA
Plaza de Toros de Las Ventas, Madrid. Corrida de Toros Goyesca. ¾ de entrada.
Toros de Luis Algarra 🟣⚪ (3º, 4º, 6º): bien presentados. El 3º con humillación y clase, el 4º con nobleza, enclasado, aunque se aburrió pronto y el 6º de gran calidad; y Baltasar Ibán 🟣🟢 (1º, 2º, 5º): corrida de gran presencia y seriedad, muy astifina. El 1º un manso que buscaba las tablas, el 2º, encastado y exigente, y el 5º encastado y con opciones.
Fco. José Espada, silencio tras aviso y silencio tras aviso.
Álvaro Lorenzo (en sustitución de Rafael de Julia), oreja tras aviso y vuelta al ruedo tras aviso.
Diego García (confirmación), silencio y silencio tras aviso.
Incidencias: Iván García se desmonteró al parear al cuarto. Juan Carlos Rey hizo lo propio tras parear al sexto.