Hoy era una de esas tardes marcadas en rojo en el calendario isidril. Había ilusión, muchas expectativas. Se anunciaban toros de Dolores Aguirre, divisa de esas que despiertan respeto y anhelo entre los aficionados. Sin embargo, la decepción fue mayúscula. La corrida, en su conjunto, resultó deslucida, mansa y dura, sin emoción. De haber llevado otro hierro, habría ardido la plaza. Apenas ofrecieron juego los astados. Y ante ellos, tres toreros de distintas trayectorias y momentos vitales: Fernando Robleño, no estuvo en general, desconfiado, al cuarto no lo quiso ver. Le queda otra tarde que será la de su despedida de Madrid. Damián Castaño estuvo digno con su lote. Y Juan de Castilla firmó una valerosísima actuación ante el tercero, una faena de oreja, que se quedó en vuelta al ruedo. Con la cantidad de orejas sin mérito que se regalan en San Isidro y esta se esfuma…
Fernando Robleño, al primero, un toro manso y descastado, lo sostuvo con oficio. Recibió dos feos puyazos, buscaba las tablas con descaro, y Robleño le extrajo algunos naturales meritorios a pesar de su embestida huidiza. Sin embargo, el conjunto careció de alma. Falló con los aceros: dos pinchazos y un bajonazo infame sellaron una labor sin brillo.
Peor aún fue su actuación con el cuarto, un toro con genio y fiereza que exigía actitud. El madrileño no quiso verlo. Se deshizo del animal de otro bajonazo despreciable, ganándose una sonora y merecida bronca. El respetable le reprochó con razón que nos privara de conocer realmente al toro.
Damián Castaño tuvo que enfrentarse en primer lugar a un toro más terciado, de buena condición, pero flojo de remos. Se adivinaba buena embestida, pero le faltaba poder. Castaño lo intentó, aunque sin encontrar el pulso que pedía el animal. Destacaron dos derechazos de trazo relajado, lo más estimable de una faena que no terminó de despegar. Mató de una estocada baja.
Con el quinto llegó su mejor versión. Un toro de estampa imponente, el más bello del ciclo hasta ahora: serio, con trapío, y muy astifino, una auténtica pintura. El salmantino firmó una labor estimable, con altibajos, pero llena de entrega. Logró muletazos de mérito por ambos pitones, y aprovechó las humilladas embestidas del astado. Remató con un final por bajo estimable, que tuvo empaque. La espada entró tras pinchar una vez, con una estocada algo trasera.
Y apareció Juan de Castilla. ¡Qué tío! Se entregó desde el primer instante, desde que recibió al tercero, flojo e incierto, con el corazón por delante. Al iniciar la faena sufrió una fea cogida, pero lejos de venirse abajo, volvió con más arrestos, más firmeza aún. Construyó una faena de gran valor, dominando a un toro que sabía lo que dejaba detrás. El colombiano tiró de él con autoridad y verdad. Mató de un estoconazo impecable. Dio una vuelta al ruedo, pero era una actuación de oreja.
Salió de nuevo con hambre de gloria en el sexto. Lo esperó a porta gayola, pero todo acabó pronto: el toro, mal picado y peor presentado en la muleta, se rajó desde el primer instante. No quiso pelea alguna. Lo intentó, sin opciones. Mató de un pinchazo y media atravesada, cerrando una tarde en la que ha dejado una magnífica impresión.
LA RESEÑA
Plaza de Toros de Las Ventas, Madrid. 16ª de abono. 27/5/25. Casi lleno.
Toros de Dolores Aguirre 🟡🔵: desiguales de presencia. Series y grandes excepto segundo y tercero. Mansos y duros.
Fernando Robleño (oro viejo y oro), silencio y pitos.
Damián Castaño (azul marino y oro), silencio y saludos.
Juan de Castilla (sangre de toro y oro), vuelta al ruedo y silencio.