La casta ausente dejó huérfana la emoción, y solo el valor solitario de Navalón iluminó fugazmente una tarde sin historia.
Se cumplieron las previsiones con éxito de la vigésimo quinta de abono de San Isidro que albergó el cartel más pobre del ciclo, arrastrado aún más por una corrida desfondada e imposible de Conde de Mayalde. Un encierro deslucido, sin el trapío que Madrid exige como umbral mínimo. Toros sin alma, que llegaron a la muleta con las fuerzas contadas y la casta ausente. Abría cartel El Fandi, ese viejo conocido de tardes repetidas. Poco queda ya por decir, volvió a ofrecer un toreo vulgar y vacío, cada vez más insulso y deslavazado. Ni siquiera en banderillas, donde antaño hallaba su refugio, logró despertar un murmullo de interés. Su sitio, más que nunca, parece estar en las ferias de pueblo, donde su repertorio de fuegos artificiales aún arranca aplausos. Que vuelva a Las Ventas es un misterio sin resolver. Ismael Martín, que confirmaba alternativa, mostró actitud y voluntad a raudales. Todo lo puso él, aunque su lote apenas ofreció opciones reales. Dejó la sensación de querer y no poder, víctima de la materia prima. Samuel Navalón, en cambio, sí dejó una impresión sólida. Buenas maneras, entrega sin reservas y momentos de auténtico gusto. Aunque pecó de alargar sus faenas más de lo aconsejable, demostró que tiene poso.
Ismael Martín confirmó la alternativa con el toro previsto como quinto, ya que el titular fue devuelto por falta de fuerzas. En banderillas dejó detalles de torero despierto, especialmente en el tercer par, clavado en lo alto y en la cara. Luego, con la muleta, cuidó con mimo a un astado noble pero frágil, que pedía suavidad más que exigencia. Martín mostró temple y buena disposición, aunque la faena no pudo remontar. La estocada, eso sí, fue buena.
El nuevo quinto fue destrozado en el caballo con un puyazo infame, caído y paletillero. Llegó a la muleta sin vida, agotado, y acabó echándose antes de poder entrar a matar. Una imagen desoladora.
El segundo de Mayalde era, sencillamente, indigno para esta plaza. Una lámina impropia. Noble en la muleta, sí, pero le faltaba muchos más ingredientes. El Fandi, plano y superficial, pareció limitarse a completar el trámite. Lo mató de una estocada en buen sitio.
El cuarto fue un toro serio, bien plantado. Una fachada sin contenido. El Fandi, otra vez ventajista, movedizo, hueco. A falta de quietud, todo fue ruido. Remató con media estocada caída.
Navalón cuajó una actuación de entrega total ante el tercero. Un toro con más intención que fuerzas, que quiso sin poder. Comenzó de hinojos en los medios, templando las primeras arrancadas. Dejó dos naturales extraordinarios y una tanda por la derecha con temple y empaque. Hubo muletazos hondos, aunque también enganchones. El toro, al final, acabó embistiendo andando. La faena, que pudo ser medida, se alargó en exceso, y las luquesinas finales resultaron innecesarias. Mató de una estocada contraria.
El sexto, deslucido y totalmente descastado. Navalón mostró firmeza, raza y valor seco. Hubo entrega, pero también faltó limpieza y mando. Cerró con un arrimón sincero, aunque de nuevo se excedió en los compases finales. Pinchazo y estocada para sellar su paso.
LA RESEÑA
Plaza de Toros de Las Ventas, Madrid. 25ª de abono. 6/6/25. ¾ de plaza.
Toros de Conde de Mayalde 🟤🔴: desiguales de presentación. Sin fuerzas y descastados.
El Fandi (azul azafata y oro), silencio y silencio.
Ismael Martín (confirmación) (blanco y oro), palmas y silencio.
Samuel Navalón (fucsia y oro), palmas y silencio tras aviso.