El clásico de Baltasar Ibán regresaba a los carteles del Alfarero de Oro tras la ausencia de la divisa madrileña el pasado año. Los ejemplares que salieron al pequeño coso toledano, sin embargo, no estuvieron a la altura. La novillada, escasa de presencia y pobre de hechuras, resultó muy inferior a lo acostumbrado en estos lares y, más aún, a lo que se exige de esta casa ganadera. Al finalizar la tarde, flotaba la sensación de que muchos de los astados se fueron sin torear, y de que los novilleros no estuvieron a la altura, aunque todos dejaron algún detalle digno de mención.
Sergio Sánchez se estiró a la verónica con el primero de Baltasar, que ya avisaba de su escaso recorrido. Era un novillo de poca presencia, escurrido, que no dio una buena pelea en varas y marcó querencias en banderillas. En la muleta tuvo sus teclas que tocar, mostraba fondo, aunque nunca llegó a romper. Sánchez inició la faena genuflexo para conducirlo a los medios, después tomó la mano derecha y, voluntarioso, dio demasiados pases que dijeron poco en una labor demasiado mecánica. Los muletazos resultaron acelerados y desajustados. Algo más estimables fueron los naturales, y el epílogo, con bernadinas ceñidas, mostró valor frente a un novillo que embistió muy seco. Mató de una estocada tendida y caída al segundo intento.
El cuarto de la tarde fue otro ejemplar muy terciado. La suerte de varas fue pésima: un puyazo muy trasero y otro caído. Un manojo de nervios durante la lidia, mostró poca transmisión luego en la tela. En la muleta se mostró tardo aunque no tomaba mal los vuelos cuando acudía. Sánchez, de rodillas, comenzó por ligar en redondo, pero luego la faena careció de limpieza y ajuste, demasiado encimista para un novillo que pedía otras distancias y pausas entre tandas. Dejó dos pinchazos y una estocada defectuosa que hizo guardia.
El segundo de la tarde, feo y vareado, permitió a Cid de María mostrar un buen concepto. El novillo realizó una buena pelea en varas. El inicio de faena, con estatuarios y una trincherilla de sabor, dejó al novillo en el centro del ruedo. Sin embargo, no terminó de poder con el bravo y encastado burel. Ligó algunas tandas y templó con gusto en ciertos momentos. Los naturales fueron de buena factura, aunque el novillo no terminó de pasar. La faena no se planteó con firmeza y todo se ejecutó por abajo. Finalizó con una entera algo atravesada.
En el quinto, de bonito pelaje burraco, con movilidad, pero muy por debajo de la presencia exigida en Villaseca, Cid realizó un trasteo voluntarioso. El novillo nunca se entregó y la faena no pasó de lo meramente voluntarioso. Remató con una fea estocada delantera y caída.
El tercero de la tarde fue extraordinario: no se cansó de embestir, encastado, con ritmo y opciones por ambos pitones. Álvaro Serrano estuvo muy dispuesto. Aunque evidenció las naturales carencias de quien empieza, templó muletazos profundos con la diestra, corriendo bien la mano y dejando la muleta bien puesta para ligar. Firme y mandón al natural, dejó una grata impresión, y eso que el novillo era para más. Mató de una estocada ligeramente desprendida que le permitió cortar las dos orejas. También asomó, para mí merecidamente, un pañuelo azul en el palco.
El sexto, manso y temperamental, cerró la tarde con dificultad. Tenía mucho genio y una embestida descompuesta. Serrano se impuso con pundonor, aunque de manera destemplada y despegada. La faena concluyó con una estocada corta y muy caída.
LA RESEÑA
Plaza de Toros “La Sagra”, Villaseca de la Sagra, Toledo. 3ª de abono. Jueves 4 de septiembre de 2025. ¾ de plaza.
Novillos de Baltasar Ibán 🟣🟢: desiguales de presencia y juego. Algunos, impresentables para Villaseca, muy justitos en general. El primero no terminó de romper en la muleta; el segundo bravo, encastado y exigente; encastado y de buen ritmo el tercero; el cuarto humillador y venido a menos en la muleta; sin entrega el quinto; y manso con genio y temperamento el cierraplaza.
Sergio Sánchez (malva y oro), silencio y ovación tras aviso.
Cid de María (blanco y oro), oreja y silencio.
Álvaro Serrano (nazareno y oro), dos orejas y silencio.
Escrito por Álvaro Cabello