Soporífera, insufrible, tediosa, cansina… Me faltan adjetivos para calificar la inepta corrida que lidió Alcurrucén en la decimosegunda de abono de San Isidro. ¡Y pensar en lo que fue esta ganadería! No se salvó ni uno solo: toros de lamentable presentación, descastados, sin transmisión, sin raza, inválidos… y todos, sin excepción, bien afeitados. Las expectativas, todo hay que decirlo, no eran demasiado halagüeñas tras la reciente novillada que dejó un amargo precedente. Pero no se inquieten: el año que viene volverá a comparecer por partida doble, como si nada ocurriera. Además, es urgente señalar que no puede alargarse una corrida más allá de las dos horas y media, sobre todo si lo que se lidia es una sucesión de toros inválidos. La tarde se hizo eterna, plomiza, sin ritmo. Llegaban los nombres de relumbrón… y se desplomaba el toro. Sebastián Castella, encargado de abrir cartel, se mostró monótono y falto de chispa, dejando dos faenas tan aburridas como estériles. Especialmente en su segundo, del que estuvo claramente por debajo. Miguel Ángel Perera apenas tuvo opciones, y su labor pasó sin pena ni gloria. Daniel Luque, en la que era su última actuación en este San Isidro, volvió a mostrar actitud y voluntad, siempre por encima de sus oponentes, aunque sin lograr que la tarde despegara.
Castella lidió un primero anovillado, carente de fuerza y de emoción. La lidia fue casi una pantomima: en varas, apenas dos picotazos; en banderillas, capotes levantados para evitar que el animal se cayera. En la muleta, el toro no ofreció opciones. Castella toreó despegado, muy de perfil, abusando del pico de la muleta y dejando más trapazos que muletazos. Se enredó en una faena alargada sin contenido ni estructura, y remató de un bajonazo trasero y muy feo.
El cuarto de Alcurrucén fue devuelto por su invalidez, saliendo en su lugar un toro de Zacarías Moreno, también escaso de presentación, aunque al menos tenía algún pase. Era un animal manejable, con ritmo, y un buen pitón izquierdo que Castella apenas aprovechó. Inició la faena en los medios, con pases cambiados por la espalda. Dejó algunas tandas ligadas y con cierto mando, pero desprovistas de profundidad. Del pitón izquierdo apenas extrajo tres naturales de calidad antes de pasar página y olvidar de él. Faltó limpieza, faltó verdad, sobró metraje. No se puede tolerar que un aviso te sorprenda sin ni siquiera haber ido a por la espada… y que aun así sigas insistiendo como si nada. La estocada, caída, cerró una actuación de escasa entidad.
Perera se enfrentó a un segundo que apenas aguantó una serie. Flojo, deslucido, salía con la cara alta y sin entrega. El extremeño intentó imponer su temple, dejando dos tandas con la diestra de buen trazo, mano baja y pulso firme. Pero el toro pronto se desfondó. Cerró la faena en cercanías, con el toro ya rajado y sin ímpetu. Pinchó antes de dejar una estocada trasera, atravesada, que hizo guardia.
El quinto fue un despropósito: sin casta, sin clase, sin ninguna posibilidad. Un toro para abreviar. Aun así, Perera se empeñó en sacar agua de un pozo seco, dejando una faena interminable, plana, que no conectó ni consigo mismo. Pinchó en dos ocasiones y dejó media estocada caída. Otra faena para el olvido.
El tercero, que venía como sobrero de Sevilla, no era toro para Madrid. A pesar de tener cierta nobleza, carecía de transmisión y pronto se fue apagando hasta terminar rajado. Daniel Luque trató de poner lo que al toro le faltaba, tirando de actitud y recursos, aunque sin alcanzar vuelos altos. Aun así, dejó pasajes de buen gusto, y rubricó con sus características luquesinas. Mató de media estocada trasera.
El sexto requería cuidarlo; apenas se tenía en pie. Luque lo entendió bien desde el principio, aplicando suavidad y temple. Comenzó con muletazos de relajo a media altura y un excelente pase de pecho. Cuando tomó la zurda, dejó una serie al natural con cierta calidad. Pero justo entonces, el toro dijo basta. El de Gerena cerró su actuación en San Isidro con una estocada tendida y trasera, en una tarde que, sin ser brillante, mostró su compromiso.
Una corrida para olvidar, de una ganadería que vive de la inercia de tiempos mejores, y que volvió a decepcionar estrepitosamente. La terna, sin opciones claras, tampoco logró levantar una tarde que, desde el primer toro, nació herida de muerte.
LA RESEÑA
Plaza de Toros de Las Ventas, Madrid. 12ª de abono. Lleno de “no hay billetes”.
Toros de Alcurrucén 🔵⚫: mal presentados, descastados, sin raza y nobles; y Zacarías Moreno (4ºbis) 🔴🟢: de buena condición.
Sebastián Castella (tabaco y oro), silencio y división de opiniones.
Miguel Ángel Perera (azul azafata y oro), silencio tras aviso y silencio tras aviso.
Daniel Luque (verde oliva y oro), ovación y ovación tras aviso.