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MORANTE, COMO SI LE SUSURRARA EL ECO SAGRADO DEL OLIMPO DEL TOREO.

Cuando el toreo se eleva a las alturas sublimes que solo pueden ser alcanzadas por la mano de lo divino, las palabras sobran. No se razona, se siente. Hoy, Morante de la Puebla ha vuelto a bordar el toreo con letras de oro, dejando una faena para los anales de la historia. ¡Qué barbaridad! Una obra antológica, de excelsitud absoluta, de inmensidad torería. El resto, por momentos, parece a años luz de su arte. Solo él, Morante, puede superar semejante obra en su próxima comparecencia. Él encarna el canon del toreo, y lo reafirma con cada tarde en la que toca la gloria. Madrid ya guarda otra faena suya en la memoria colectiva, una más en una temporada donde la inspiración se le derrama. Y qué decir del quite a cuerpo limpio a su banderillero, tan puro y espontáneo que puso a la plaza en pie. Ese momento, por sí solo, amortizaba la entrada. Sin embargo, el palco presidencial, tan generoso en ocasiones con orejas inmerecidas a faenas mediocres, mostró la sensibilidad de una piedra y negó el trofeo que el público pedía con fuerza.

 

¡Qué manera de torear con el capote! En apenas un palmo de terreno, sin apenas desplazarse, Morante recibió al primero con unas verónicas a ralentí, ejecutadas con una cadencia y una clase sobrecogedoras, rematadas con una media de supremo gusto. Frente a un toro muy justo de fuerzas, pero rebosante de clase, construyó una faena cumbre. El inicio, por bajo y con trincherillas de cartel, fue de una belleza arrebatadora. Todo en su labor estuvo revestido de una cadencia exquisita, de un gusto depurado. Los derechazos, plenos de empaque; los naturales, ejecutados de uno en uno, dejando la muleta muerta, de un trazo excelso. Y el epílogo, doblándose con torería, fue la rúbrica de una obra mayor. Estocada para culminar. El descabello, eso sí, le privó del trofeo, pese a una petición clamorosa ignorada por un presidente insensible.

Al cuarto, un toro manso y parado, ni siquiera le concedió un segundo: salió con la espada, macheteó con solvencia, y se marchó. El que quiera más, que vuelva mañana. Y bien que hizo. Dejó una estocada casi entera y una bronca torera.

 

Talavante lidió un segundo soso, de escaso fondo, sin transmitir en sus embestidas. Inició la faena con quietud, pasándose el toro por alto, y logró un natural destacado. Pero sin lograr levantar el vuelo, optó por abreviar. El eco del toreo de Morante aún flotaba en el aire. Mató de un bajonazo, saliéndose de la suerte.

El quinto, también falto de fondo, fue otro toro sin alma. Talavante, sin mucha opción y falto de ideas, volvió a abreviar tras una faena sin argumentos. Pinchazo y estocada.

 

Tomás Rufo no logró acoplarse con el tercero, un toro con buen recorrido por ambos pitones, que pedía más. Su trasteo resultó previsible, lineal, sin alma. No estuvo a la altura de las condiciones del toro, lo desaprovechó. Faena medida, sin emoción. Pinchazo y estocada casi entera.

En el sexto, deslucido y sin transmisión, apenas logró conectar. Hubo una tanda al natural de buen trazo y mérito, pero sin eco en los tendidos. Faena sin relieve ante un toro descastado. Mató de una estocada caída y trasera.

 

Así concluyó una Corrida de la Prensa que duró dos horas y menos de diez minutos, como antaño. Poco habitual en esta era de tardes interminables. Garcigrande firmó una tarde gris, con un primero y un tercero que sirvieron, pero el resto fueron toros descastados, sin fondo ni fuelle en la muleta. Morante dejó una tarde de auténtica inspiración, confirmando el momento excelso por el que atraviesa. Talavante, sin muchas opciones, ofreció también una imagen algo anodina. Y Rufo, que no estuvo a la altura del buen tercero, pasó inadvertido en el sexto.

 

LA RESEÑA

Plaza de Toros de Las Ventas, Madrid. 17ª de abono. Corrida de la Prensa. 28/5/25. Lleno de “no hay billetes”.

Toros de Garcigrande ⚪🔴: bien presentados. Primero y tercero con opciones. Los demás, sin fondo ni casta.

Morante de la Puebla (corinto y oro), ovación tras aviso y bronca.

Alejandro Talavante (verde y oro), silencio y silencio.

Tomás Rufo (grana y oro), silencio y silencio.

Fotografías: Plaza1
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